Nuestra tierra
Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde; lo mismo pasa con nuestra tierra. Esa que se divisa desde lo más alto del cielo y queda grabada en la mente para siempre. A ella le digo: Oh, tierra nuestra, que tiemblas por los pisotones de los maltrechos de la vida. Tú que brillas en ríos y mares, con sabores de las cuatro estaciones. Ya nadie te contempla; somos pocos los mástiles y muchos los entregados. Nunca sabrán de lo que hablo porque no te vieron ir ni desvanecer. Pobre conciencia marchita de los farabutes de la patria, deberán temer; ella suele cobrar lo que le deben.