El cuerpo



Fue tan ávido en su momento, mientras otras se entumecían por la fragilidad. Aunque quiera negarlo, nada puede recobrar aquella bella hermandad. Nunca el cuerpo tuvo más suerte que el alma; ella puede olvidarse de él. Fueron inseparables ayer, como una abeja y su miel, como la mañana y las alondras. Pero el tiempo lo persigue como una sombra, con un llanto que lo observa con prisa y sin velo. Creo que la noche lo está llamando, para ser la semilla que renace en los campos y observar el alma que se agrupa entre las estrellas.

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